Acostado, ve tele. El cansancio del día es mucho. Necesita
dormir.
El reloj marca las 10.30. Se obliga, cierra los ojos y así
va entregando su alma a Morfeo.
Baja, baja deprisa. En caída libre. En el último momento se
sostiene de su cama. Ve la hora, 10:35.
Su cerebro fabrica imágenes. Multitudes caminando hombro con
hombro. La ansiedad crece.
En la TV un tipo hace un plan para liberar al
presidente. No se puede concentrar, la
verdad, no entiende la película.
10.45, la ansiedad crece. ¿Cómo dormir? Cánticos suben, desde
lejos. Es una multitud, es el pueblo que canta en una sola voz.
Una tras otra, las imágenes pasan por su mente. Lo ve. El
cerebro le dice que vea la película, deje de pensar, falta una semana aún.
Cierra sus ojos, intenta calmarse. Mañana es lunes,
apenas. Agotado y sin voz, se rinde.
Sueña. Ve la imagen una vez más. Miles, caminando juntos.
Así pasa la semana. El martes se le agrega un vacío en el
estómago. No se concentra en su trabajo. La noche es copia fiel de la anterior.
No puedo dormir, le dice a sus amigos. Yo tampoco le
contesta uno, es mucho el estrés. No puedo dejar de pensarlo. ¿Será?
¡Qué varas las de ustedes! Yo he dormido toda la semana como
un bebe.
Los otros se vuelven a ver. Definitivamente no lo va a
entender. No pierden tiempo en explicarlo.
Con la primera cerveza el cansancio vuelve, la segunda, la
tercera. Dos baldazos después “vamos, que mañana hay que trabajar.”
Ya es viernes. No se concentra en su trabajo. El jefe le
dice, no hay forma. Trabaja mecánicamente, su mente y su corazón están juntos,
en otro lado.
Las noches, una y otra vez las misma imágenes. Multitudes,
cantos, alegría, carnaval. Lo que logra dormir es mínimo. A lo lejos, la
Catedral.
Se levantó aquel domingo. “¡Me voy ya!” Dijo varias veces. “Tranquilo,
falta mucho aún” le decían sus amigos. No pudo cerrar los ojos la noche antes.
Al final, sin pensarlo dos veces, dejó a sus amigos. Tomó el
bus y se fue solo. No iba solo, cientos lo acompañaban en un viaje de 45
minutos, de peregrinaje.
La alegría volvería a casa, después de cinco años.
Eran las nueve de la mañana,
varias horas para el inicio. “Una cerveza, por favor.”
De pronto era un sueño, su sueño. Caminó junto a cientos de
personas, los colores eran dos, rojo y negro. Los cantos se escuchaban. Salían
de todo lado, todas las voces. Un solo grito.
“¡Somos campeones! ¡Somos campeones!” Es Tricampeón, un
desconocido, no, un hermano lo abraza. “¡Somos campeones!”
Penal de Oviedo, gol. ¡Somos campeones! Sin voz, no sabe qué
hacer. Miles corren junto a él en la
cancha, cantan, se abrazan. Ve caras, reconoce a sus amigos.
Ve conocidos, se abraza con gente que no sabe su nombre, no
es necesario. Todos tienen el mismo, se llaman campeón.
El lunes, después del trabajo vuelve a casa, extraña desde
ya ver a su equipo jugar. Sin embargo, tras
cinco años de sinsabores, sabe que el amor no termina en las malas, aumenta y
así, en las buenas sabrán que todo vale la pena.
Al final, una sola frase.
¡Gracias Liga por tantas alegrías!
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¡Gracias Liga por tantas alegrías!
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Hoy en los 93 años, solo digo:
¡FELIZ CUMPLEAÑOS, ASOCIACIÓN LIGA DEPORTIVA ALAJUELENSE!
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